jueves, 17 de enero de 2019

Jornada de la Infancia Misionera 2019 el 27 de enero.

José María Calderón
Subdirector de OMP en España


¿Hay una noticia más bonita que saber que Dios nos quiere? Este podría ser el comienzo de un artículo escrito para comunicar la gran noticia que necesitó de los ángeles para darla a conocer en la Tierra: ¡Dios ama al hombre! Y, como muestra de ese amor, se hace uno de nosotros, y como niño nace en Belén.

Dios se hace niño
Durante cuatro años vamos a ir descubriendo la belleza de un Dios que es capaz de hacer suya la fragilidad de ser niño para enseñarnos cuánto nos quiere. Su presencia entre nosotros como niño no es un accidente o una posibilidad más. Dios ha querido comenzar esta historia de amor con nosotros asumiendo nuestra condición de niños; con el tiempo va creciendo, aprendiendo, socializando… Así se hace cercano a todos los pequeños del mundo y así también enseña que la vida, desde su comienzo, desde su más tierna infancia, tiene un sentido, una misión: hacer presente el amor de Dios en la vida de los hombres.

Es un cuatrienio en el que vamos a acompañar a Jesús en sus primeros doce años de vida; le veremos ser un amigo, un vecino, un hijo que sabe entregarse, que sabe compartir, que sabe disfrutar de la amistad y de la familia. Cuatro años en los que nosotros mismos vamos a ir creciendo junto a Jesús y vamos a aprender a contemplarle con los ojos de María y de José.

Hablar con Él, hablar de Él
Este primer año, “Con Jesús a Belén. ¡Qué buena noticia!”, queremos estar junto a Él, mirarle con ternura y, como los ángeles en un primer momento, como la estrella que se aparece a los Magos o como los pastores que luego le pregonarán por todas partes, queremos llevarle a los demás…; o mejor, queremos traer a los demás a donde se encuentra Él.

¿Hay alguna noticia más importante que esta? Jesús es la mejor noticia para los hombres de todos los tiempos. Jesús mismo es el mensaje más importante que podemos un día recibir… Y, sin embargo, hay miles, millones de niños en el mundo que no le conocen, que no han oído hablar de Él, para los que el nombre de Jesús no significa nada.

Aprender desde niños a hablar con Jesús como se habla con un amigo, y así empezar a tener trato y confianza con Dios, y, a la vez, aprender a hablar de Él con naturalidad, con libertad, con amistad, es un gran reto que se nos presenta a los mayores a la hora de educar en la fe a los más jóvenes. No es fácil, porque el mundo no valora ni una cosa ni la otra. No es fácil, porque hablar con Dios parece ser un sinsentido y una pérdida de tiempo, y… ¡hablar de Dios! es sacar a la vida lo que hay en el corazón, y eso no tiene una buena acogida hoy en nuestro mundo; y, sin embargo, es lo más humano que el hombre puede hacer: tener amistad con quien sabemos nos ama y dar a conocer lo que nos ayuda cada jornada a vivir con esperanza y alegría la vida corriente de cada día.

La urgencia de ser misioneros
Infancia Misionera es esa obra preciosa que tiene la Iglesia cuya misión es justamente esta: anunciar a los niños del mundo que Jesús ha venido a estar con ellos, ha venido a traerles la alegría de ser hijos de Dios. ¿Nos atreveremos los cristianos de hoy a tomarnos en serio esta urgencia? ¿Seremos sensibles en nuestro mundo a las necesidades de los niños que todavía no se saben amados? Este primer año del cuatrienio “Con Jesús Niño a la misión” que hemos preparado puede ser una bonita oportunidad para que los niños lo descubran y para que los adultos, como nos pide Jesús, nos hagamos como ellos y tengamos grandes ideales de servicio, de misión, de entrega.

No puedo dejar de decir que esta iniciativa, la del cuatrienio 2019-2022, que se ha elaborado desde el Secretariado de Infancia Misionera de las Obras Misionales Pontificias de España, tiene el sello de su gran impulsor, que no fue otro que don Anastasio Gil, quien ha sido director nacional de OMP los últimos ocho años. La preocupación por acercar el espíritu de la Infancia Misionera a todos los niños le motivó para comenzar este proyecto, del cual vio su lanzamiento. Él era consciente —como toda la Obra Misional Pontificia de la Infancia Misionera— de que hay que aprender a ser misionero desde niño, y de que el niño que es misionero es capaz de transformar el ambiente que le rodea, la familia en la que vive, las relaciones que se pueden dar entre compañeros y amigos de clase.

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