sábado, 9 de junio de 2018

X Domingo del Tiempo Ordinario

La pregunta que Dios plantea a Adán (Gn 3,9) trasciende su significado inmediato ya que: ¿cómo podría el hombre escapar a la mirada divina? Por consiguiente, tiene un valor retórico y encuentra su paralelo en la pregunta a Caín: ¿Dónde está tu hermano? Va, por tanto, más allá de la ubicación espacial y versa en realidad sobre el posicionamiento del hombre con relación a Dios. El hombre y la mujer por su desobediencia han perdido su “dónde” primigenio, extraviándose en la inconsistencia de su haber querido ser como Dios. La segunda pregunta de Yahvé (Gn 3,11) pone de manifiesto lo corta que se ha quedado la pretensión humana, ya que presupone un conocimiento de su fechoría y de la motivación que hay detrás de ella. 
Seguidamente, el texto describe la cadena de elusión de responsabilidades, autojustificaciones y divisiones que intrínsecamente produce el pecado en quienes lo han cometido (Gn 3,12-13). El hecho de que Adán responsabilice indirectamente a Dios por haberle dado a la mujer, encuentra su correlato en el pecado contra el Espíritu Santo al que se refiere Jesús (Mc 3,28-29). Al hilo de esto, la pregunta retórica de Sal 129,3 sobre quién resistiría si Dios llevara siempre cuenta del pecado, tiene una clara respuesta: nadie. Pero, dado que Dios está cargado de razón y es siempre inocente, a él le toca el perdón, es asunto y competencia suya (Sal 129,4). Por eso, el hombre pecador depende totalmente del perdón de Dios, y debe acudir a él con humilde reverencia para obtenerlo. La respuesta divina será prometer la victoria sobre el mal a la descendencia de aquella que ha sido vencida por él, en un texto que siempre ha sido leído en clave mesiánica, el protoevangelio (Gn 3,15).

Les dejamos el enlace con las lecturas y un video del Evangelio.


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