sábado, 29 de abril de 2017

III Domingo de Pascua.

    La liturgia nos ofrece este domingo un conocido Evangelio, el de los discípulos de Emaús.
    Hoy en la actualidad, en tu vida, ¿a qué se parece el relato de Emaús? Este relato es un texto pascual y eucarístico. Pascual porque acontece en el contexto de la Pascua Judía, al día siguiente, y sobre todo el mismo día de la Resurrección de Jesús. Y eucarístico porque en él descubrimos las dos partes centrales de nuestra celebración de la eucaristía: la Liturgia de la Palabra, Jesús les explica las escrituras y ellos sienten ardor en su corazón, y la Litúrgica Eucarística, le reconocieron al partir el pan.
    Este Evangelio que hoy nos ofrece este III Domingo de Pascua puede servirnos para revisar como estamos viviendo nosotros la celebración de la eucaristía. Como los discípulos de Emaús, también nosotros llegamos a nuestros templos para la celebración de la misa del domingo, con todo aquello que la vida nos ha ido trayendo durante la semana, alegrías, satisfacciones, objetivos conseguidos, pero también tristezas, cansancio, problemas, decepciones, agobios. Al llegar a la celebración tenemos que ser capaces de presentar todo eso al Señor y de despojarnos de la parte más negativa, luego el Señor mismo se hará presente en medio de nosotros en la Palabra que se proclama, donde debemos ser capaces de escucharla con atención y acogerla con el corazón abierto permitiendo que deje huella en nosotros, y en segundo lugar se hace presente en el pan que Jesús mismo parte y reparte para nosotros, donde debemos ser capaces de contemplar este momento como una novedad, y de poner nuestra vida en la vida de Dios sobre el altar.
    Al terminar la celebración tenemos que sentirnos renovados y volver a nuestra vida con alegría y esperanza, seguramente seguiremos teniendo las mismas dificultades con las que llegamos pero tenemos que ser capaces de verlas y de llevarlas de otra manera, al estilo de Dios.
    Si esto se ha convertido en una rutina, acto de cumplimiento, si vamos a ella sin haber pensado como ha sido nuestra semana, si llegamos al templo como si entrásemos en cualquier otro lugar, y seguimos cargando nosotros solo con nuestras cosas, sin saber o sin querer ponerlas en las manos de Dios, si oímos su Palabra como algo del pasado y no va con nosotros y con la cabeza puesta en nuestras propias preocupaciones, si miramos la consagración como un rito repetido que casi sabemos de memoria, si al terminar la misa nos vamos como mismo hemos venido, o a veces incluso enfadados porque ha durado mucho rompiendo nuestros planes, si estamos vivendo de esta forma la celebración de la eucaristía, sin duda,  algo estamos haciendo mal.
    Por eso, en medio de la Pascua de Jesús, aprovecha este momento, y este Evangelio para revisar desde la sinceridad con Dios y contigo mismo, como está siendo tu vivencia de aquello que es el centro de la vida de la Iglesia y la oración más perfecta que podemos hacer los cristianos, la celebración de la eucaristía.
   Les dejamos un enlace con las lecturas y un video del Evangelio.


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