sábado, 26 de noviembre de 2016

Tiempo de Adviento: el Dios que viene, que llega y que se encuentra con nosotros.

     Con la llegada del Adviento que comenzamos a vivir este fin de semana, en nuestra Diócesis de Canarias con el lema: "¡Jesús viene a celebrar con nosotros!", la Iglesia inicia un nuevo año litúrgico. Podemos decir por tanto, que este fin de semana comenzamos la andadura de un nuevo año cristiano, una nueva oportunidad que Dios nos regala para conmemorar la vida de Jesús y poner nuestra vida en sintonía con la suya. Feliz Año Nuevo Cristiano a todos. 
     El año litúrgico junto con las treinta y cuatro semana del Tiempo Ordinario consta de dos grandes ciclos, el ciclo de la Manifestación y el ciclo de la Resurrección, cada uno de ellos tiene tres momentos: preparación, celebración y prolongación; así el ciclo de la Manifestación que comenzaremos a celebrar desde este fin de semana tiene su preparación en el tiempo de Adviento, los cuatro domingos que preceden a la celebración del nacimiento de Jesús, su celebración en el tiempo de Navidad propiamente dicho. Y su prolongación en la Epifanía o Manifestación del Señor.

Los signos litúrgicos del Adviento. 
     Comienzo de un nuevo ciclo de lecturas de la Palabra que se proclaman en la celebración de la Eucaristía, este año el Ciclo A "impar" en el que nos acompañará el evangelio de San Mateo, se omite el Gloria y el Aleluya en la celebración de la Eucaristía, como signo de la espera de la explosión de alegría de la Navidad, a excepción de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, sobriedad en los templos y lugares de culto con ausencia de flores, excepto en el Sagrario, y elementos decorativos que nos puedan distraer del verdadero sentido del momento litúrgico que celebramos, y que contrastará con el colorido de la Navidad, a excepción de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción. El color morado de los ornamentos litúrgicos nos recuerda que estamos en un tiempo fuerte propicio para ser más lento nuestro ritmo y dedicarnos un tiempo a nosotros mismos para descubrir aquello que debemos mejorar o desterrar de nuestra vida acudiendo a la misericordia de Dios en la reconciliación, a excepción de Solemnidad de la Inmaculada Concepción.
    El signo litúrgico del Adviento por excelencia es la corona, que procede de una antigua costumbre pagana de encender velas durante el invierno para atraer la vuelta del sol y del calor, y que los misioneros cristianos aprovecharon para enseñar al pueblo a encender luces como preparación a la celebración del nacimiento de Jesús. La corona de Adviento se compone de cuatro velas que se van encendiendo cada semana y que nos recuerdan que Dios ha ido iluminando cada una de las etapas de la historia de la salvación hasta llegar a Jesucristo, luz sobre toda luz. El primer domingo se enciende la vela de color azul o morada, que nos recuerda que debemos mantenernos despiertos y atentos a los signos de la presencia de Dios en nuestra vida, el segundo domingo la vela de color verde que representa la esperanza, el tercer domingo la vela roja o rosa que representa la alegría y el cuarto domingo la vela blanca que simboliza la presencia y cercanía de Dios. Aunque lo hayas hecho en el templo o lugar de culto con tu comunidad, te invito a realizar el signo de la corona en tu casa preferentemente con tu familia y a hacer el gesto del encendido de las velas junto con la oración de cada domingo. Te ayudará a interiorizarlo más y mejor.


Adviento: encuentro y esperanza.
     Tradicionalmente la liturgia ha definido al Adviento como los cuatro domingos que preceden a la celebración del nacimiento de Jesús y como tiempo de esperanza, con toda razón y pleno sentido. Con la luz del espíritu santo, apoyada en la Palabra y en la liturgia, y desde la experiencia de mi relación con Dios, mi experiencia personal, que me resulta iluminadora en mi día a día y que ahora deseo compartir con todos los que nos siguen por si pudiera servirle a alguien como herramienta sencilla que le ayude a crecer y enriquecerse personal y espiritualmente, me dice que quedarse en esas definiciones, y más aún tomarlas solo como algo teórico, llevarlas a la práctica en la vida es signo de una fe y una espiritualidad que se ha quedado en lo infantil. Adviento significa venida, toda venida trae como consecuencia una llegada, toda llegada implica necesariamente un encuentro. Adviento es el Dios que viene, que llega, que se encuentra con las personas desde el momento mismo de la creación: en nuestros primeros padres Adán y Eva a quienes entrega todo lo creado; en Noé, por medio del cual realiza la "segunda creación" nacida de las aguas del diluvio, signo del bautismo; en Abrahám, el Creyente, del cual descendió el pueblo elegido; en Moisés, escogido para ser pasar al pueblo de Dios de la esclavitud a la libertad; en los profetas, por medio de los cuales fue guiando y conduciendo al pueblo a través de los siglos, hasta que cuando se cumplió el tiempo quiso encontrarse cara a cara con la humanidad en Jesús para mostrarnos su rostro misericordioso.
      Dios se sigue encontrando hoy con cada uno de nosotros en la Iglesia, a través de la Palabra, cuyo centro es el Evangelio, y de los sacramentos, de forma especial en la Eucaristía y en la Reconciliación; en cada acontecimiento y circunstancia de nuestra vida, y en cada persona que nos rodea, especialmente en los más necesitados, para abrir en cada uno de nosotros camino de esperanza que nos conducen al encuentro definitivo con él. 
     Por tanto, ¿cómo podemos pretender que algo tan grande, maravilloso y profundo como el amor y la misericordia de Dios queden reducidos a cuatro semanas al año? Al final de mi reflexión me queda una palabra a modo de resumen: SIEMPRE. ADVIENTO es SIEMPRE. SIEMPRE es ADVIENTO.
   
María, madre del Adviento, del encuentro y de la esperanza.
     Aunque tradicionalmente la Iglesia le consagre el mes de mayo, el tiempo litúrgico en el que María adquiere una relevancia especial, después de Jesús, es sin duda el Adviento. María supo como nadie descubrir la venida, la llegada y el encuentro de Dios con su pueblo y con ella misma para renovar y fortalecer su esperanza. A ella le pedimos al comenzar el Adviento que nos ayude a saber descubrirlo también nosotros en nuestra vida.

Por Sofía Calderín.
Redactora de la Hoja Parroquial.



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