domingo, 7 de febrero de 2016

V Domingo del Tiempo Ordinario

     Hoy celebramos el V Domingo del Tiempo Ordinario. Hoy las lecturas nos hablan de las vocaciones de Isaías, Pablo y Pedro. Los tres relatos tienen ciertos rasgos comunes:
     Iniciativa divina. En los tres casos, es Dios quien toma la iniciativa. En la solemne visión de Isaías, Dios pregunta «¿a quién enviaré?». En la 1 Corintios, san Pablo reconoce que «por la gracia de Dios soy lo que soy». Por pura gracia Cristo resucitado se le apareció a él, que había perseguido a la Iglesia de Dios. Y en el evangelio, Jesús sube a la barca de Simón, predica desde allí, realiza el milagro de la pesca milagrosa y llama a Pedro.
     Pequeñez humana. En los tres casos, el llamado reconoce que es indigno de la vocación recibida. Isaías exclama: «¡Ay de mí, estoy perdido! Soy un hombre de labios impuros, y habito en medio de un pueblo de labios impuros». Pablo se reconoce como un aborto, el menor de los apóstoles, indigno de este nombre. Y, lleno de estupor tras la pesca milagrosa, Pedro se arroja a los pies de Jesús y exclama: «Señor, apártate de mí, que soy un pecador». Con todo, el énfasis de los textos no radica en la culpa de los llamados, sino en la distancia entre la santidad de Dios y la pequeñez humana. Y es que la vocación es siempre una experiencia de gracia inmerecida.
     Vocación y misión. La vocación personal no es un hecho aislado, sino que tiene que ver con el proyecto de Dios sobre su pueblo e implica una misión eclesial. El Señor llama a Isaías para ser profeta de Israel. Jesús elige a Pedro para ser pescador de hombres. Dios escoge a Pablo para ser apóstol de los gentiles. El llamado es introducido en una comunidad y es enviado a una misión. Así pues, elección, vocación y misión van siempre de la mano.
     Les dejamos el enlace con las lecturas de hoy y el vídeo con el Evangelio.



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