sábado, 27 de febrero de 2016

III Domingo de Cuaresma

    Celebramos el III Domingo de esta Cuaresma de la Misericordia. Las lecturas descubren aspectos esenciales de la identidad de Dios e invitan, también, a la conversión. La primera lectura toma parte del relato de la vocación de Moisés. Cuando pastoreaba el rebaño, Dios se le manifiesta desde el misterio de la zarza que no se consume. Se presenta como el Dios de su pueblo Israel, que ve y se compadece de su sufrimiento, y ha escogido a Moisés para liberarlo. Pero Moisés le pide que se dé a conocer para que pueda explicarles a sus hermanos quién es y cuál es su nombre. Dios responde: “Soy el que soy”. Por un lado, se define como el Dios de la vida. Pero, por otro, se queda en la indefinición puesto que ningún ser humano puede alcanzar a comprender en su totalidad el misterio de Dios. El salmista invita a bendecir este nombre santo de Dios, acentuando dos de sus atributos más determinantes: compasivo y misericordioso. El apóstol Pablo recuerda a los corintios que aquel pueblo liberado fue alimentado por Dios con el maná y el agua de la roca, pero sucumbieron a causa de sus pecados. Pablo identifica la roca con Jesucristo. Esta historia ha de servir de ejemplo (figura-tipo) para que los cristianos liberados por Jesús no se aparten de su palabra. El Evangelio nos pone ante este rostro de Dios que exige fidelidad y, a la vez, es paciente con el pecador. Jesús rememora unos trágicos episodios para exhortar al pueblo a la conversión y así no perezcan a causa del pecado. A continuación, narra la parábola de la higuera que no da fruto para subrayar la actitud del viñador que pide al amo esperar aún más antes de cortarla, mientras él sigue dándole todos los cuidados. Jesús muestra así la paciencia misericordiosa de Dios Padre.

Les dejamos el enlace con las lecturas y un vídeo del Evangelio.



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